¿Cuánto hace que estamos encerrados?

14, mayo

Por Martin Padulla*   Estamos encerrados. No soporto más este encierro. Todos hemos escuchado o dicho durante ...

Por Martin Padulla*

 

Estamos encerrados. No soporto más este encierro. Todos hemos escuchado o dicho durante estos días, palabras como estas. ¿Estamos encerrados?

El confinamiento no es exactamente un encierro. Estamos aislados, en un aislamiento social preventivo y obligatorio. La calificación de social parece redundante, un aislamiento es intrínsecamente social. La condición de obligatorio, cada día que pasa, genera más controversias.

Somos parte de un fenómeno social sin precedentes de carácter global. Si bien el mundo entero experimenta sensaciones similares, se trata de un fenómeno asincrónico. Su impacto no afecta a todos de la misma manera

El aislamiento puede liberarnos de la sensación de encierro si se convierte en una excelente oportunidad para pensar qué queremos ser, hacia dónde queremos ir. 

Los humanos somos seres sociales y como tales, somos rutinarios, valoramos la previsibilidad

Un fenómeno como el que estamos transitando constituye exactamente lo opuesto. Requiere conductas flexibles y adaptativas, nos cambia radicalmente hábitos, puede generarnos incertidumbre, ansiedad, miedo. Para algunos es una amenaza, nueva, desconocida, que puede traducirse en aburrimiento, frustración, sensación de soledad, tristeza, ambivalencia, enojo. La disminución de la vida social en una cultura fuertemente arraigada a ella, genera angustia. El distanciamiento social y la falta de relacionamiento con el otro en el mundo analógico, nos altera. Necesitamos ese abrazo.

Tenemos nuestro reloj biológico confundido. Pero ¿qué sucede con nuestro reloj histórico? ¿Qué pasa con nuestro reloj colectivo? ¿Estamos repensándonos? ¿Estamos haciendo?

La semana pasada me llego desde España uno de estos “challenges” de cuarentena en el que el desafío consistía en elegir una palabra para este periodo de la Historia. Y elegí la palabra sentido, porque me parece clave poder (re) pensar (nos) y hacerlo en modo film, no en modo foto. Recorrer el antes, el durante y el después. Llenar de contenido este episodio que alguna vez terminará. 

El después contiene para muchos la fantasía de volver a la normalidad. ¿Vamos realmente a volver a ella tal como la conocimos? ¿O vamos hacia una nueva normalidad? Si fuéramos hacia un nuevo normal, ¿no sería interesante involucrarse en esa alquimia? ¿Qué queremos ser, cómo queremos vivir, de qué manera queremos relacionarnos de ahora en adelante?

Durante los últimos años hemos repetido la palabra disrupción millones de veces sin tener plena conciencia de los que significaba. Ahora lo estamos experimentando. Estamos viviendo un hito, un punto de inflexión, un fenómeno social extraordinario e histórico.

Nadie podrá olvidar este periodo de su propia historia. Sería vital que el sentido invada este momento. ¿Qué transformaciones queremos hacer a nivel individual y colectivo? ¿Qué contiene el país que querríamos tener?

En lo concerniente al mundo de quienes crean trabajo hemos dejado de hablar de home office o teletrabajo para enfocarnos en atravesar la pandemia con el desafío de producir. No existen dicotomías para quien tiene la responsabilidad de pagar salarios, es lo sanitario y lo económico, las dos dimensiones, juntas.  No existen estímulos externos para esos que producen y crean trabajo, es un set conformado por iniciativa individual, decisiones colectivas sectoriales y empuje de los de siempre. Esto se basa en tecnología, agilismo y construcción de sentido y es lo que mantiene parte de la actividad económica viva. No hay nada más. 

A nivel cívico, nosotros, los habitantes de América Latina también deberíamos asumir un rol activo y preguntarnos si estamos co construyendo ese nuevo normal. ¿Somos protagonistas o meros espectadores en algunos paises de un mega gran hermano avasallador de las libertades individuales? ¿Haremos la tan ansiada transformación de habitantes a ciudadanos?

Hace unos días a través de su Instagram, el filósofo argentino Nicolás Isola nos invitaba a reflexionar acerca de la dificultad de salir de donde se quiere salir. 

Para muchos América Latina como región es una película que vimos demasiadas veces. Cambian los actores pero la trama y el desenlace siempre es exactamente igual. ¿Podremos salir de ese, nuestro verdadero encierro? ¿Cuánto hace que estamos encerrados como sociedades? ¿Cuánto hace que estamos encerrados en una única forma de pensar la educación o en una única manera de concebir al trabajo?  ¿Podremos dejar atrás esa dinámica económica y social en muchas ocasiones autodestructiva? ¿Cómo? ¿Cuál va a ser nuestro aporte?

Tal vez en la respuesta a esta última pregunta esté una parte sustancial de la viabilidad de salir del encierro

La filósofa alemana Carolin Emcke nos alerta: “la pandemia es una tentación autoritaria que invita a la represión, a la vigilancia totalitaria basada en datos digitales, a la regresión nacionalista”

Por otro lado, aunque no tan lejos, parecería que estamos asistiendo a una especie de neodarwinismo social que prioriza jóvenes sobre adultos mayores. En un momento histórico en el que el envejecimiento poblacional nos muestra el aporte sustancial del conocimiento y la experiencia, con adultos mayores activos agregando valor en muchos países, aparecen ideas que avanzan sobre las libertades y generan alarmantes estímulos para el desarrollo de enfermedades que, en muchos casos, tienen consecuencias lamentables; tal vez peores que el COVID19.

Estamos entrando, casi sin darnos cuenta, en un control ciudadano muy peligroso que intenta avasallar las libertades individuales. La pandemia nos recuerda, con estos controles a la Foucault y este neodarwinismo social, que no hemos superado episodios que creíamos superados

Lo observable hoy es que quienes mejor salen de esta crisis son países que tienen un sistema de salud sólido. Casualmente son quienes mejor administran la cosa pública, los estados menos corruptos y más eficientes, aquellos que invirtieron y no robaron, los que tienen los mejores indicadores económicos basados en la creación de buen clima de negocios y formación de talento pertinente para aprovechar toda la potencialidad de la economía del conocimiento. Aquellos que tienen marcos regulatorios actualizados y altos índices de libertad. Libertad implica diversidad.

Un sistema de salud pública sólido, solidaridad, cuidado mutuo y economías sanas pueden vencer al virus. Los estados de excepción, toques de queda, estados de sitio y la privación de la libertad sólo agregan más complejidad a la situación y sientan un precedente extremadamente preocupante.

En este periodo podemos contraer más deudas. Mucho más significativas que las deudas soberanas. El verdadero riesgo es no poder pagar la deuda moral que implica no reaccionar con humanidad y republicanismo a una crisis en la que muchos países de nuestra región entraron casi desnudos. No poder pagar la deuda de no abrazar la diversidad, no animarnos a pensar un mundo de la educación y del trabajo interconectados bajo distintos formatos

“La cuarentena es lo que les sucede a los osos que hibernan: se meten en una cueva y no salen en todo el invierno; cuando salen, el mundo está tal cual lo dejaron antes de hibernan” dijo el Presidente argentino Alberto Fernandez. 

El sector privado que le da vida a nuestra región no funciona así. Es deseable que la ciudadanía comprenda que el mundo no estará igual y que no solo hay que protegerse del COVID-19, hay que proteger la salud republicana co creando un nuevo contrato social para poder vivir el siglo XXI. Esto implica compromiso e involucramiento. Verdadera ciudadanía. Diversidad.

Ha sido excesivo el tiempo del verdadero encierro. Podemos salir. Es imprescindible hacerlo.

*Sociólogo (USAL) MBA (UCA) : Founder & Managing Director staffingamericalatina