Por Martín Padulla* para staffiingamericalatina
Se incluye en el erróneo concepto de tercerización laboral a las empresas que brindan workforce solutions. Estas empresas crean empleo formal y forman en competencias basadas en la demanda.
George Burns, un famoso humorista americano ya fallecido decía: “miro el futuro porque es allí en donde pasaré el resto de mis días”.
Esta frase que puede despertar una sonrisa, contiene en el fondo lo interesante del futuro: no sabemos cómo será pero sólo puede pensarse desde el presente. Nunca desde el pasado.
En nuestra región asistimos actualmente a una conversación pública en la que una considerable cantidad de actores sociales se empecinan en mirar el pasado. Inclusive muchos lo añoran y pretenden traerlo al presente.
En lo que concierne al mundo del trabajo, la convergencia tecnológica, el envejecimiento poblacional, las migraciones, la diversidad, la cuarta revolución industrial, las diversas formas de trabajo y la pandemia generaron una verdadera metamorfosis. El trabajo definitivamente no es lo que fue. Mirar el pasado en lo que concierne al trabajo, sólo sirve para escribir ensayos de carácter histórico. Cualquier otro uso práctico que pretenda hacerse de esa mirada retrospectiva, sólo tendrá como consecuencia la exclusión, el retraso, la falta de oportunidades, la informalidad y el desempleo.
América Latina no ha modernizado sus mercados laborales y la consecuencia es la informalidad y la exclusión. Mientras nuestras sociedades exigen con urgencia estrategias que miren hacia adelante con perspectiva humanista, aparecen voces que pretenden restringir las pocas referencias que otorgan flexibilidad, seguridad y formalidad para trabajadores y empresas.
Como el futuro no es un destino sino una construcción; es necesario empezar por lo esencial.
Durante los últimos años, nos hemos familiarizado con el concepto de esencialidad. Es esencial aquello que es importante y necesario, de tal forma que no se puede prescindir de ello.
Las empresas que brindan workforce solutions en el mundo y en nuestra región han demostrado con creces su característica de esenciales durante la pandemia. La contribución que han hecho ha sido notoria en aspectos como:
- Beneficiar a personas, empresas y sociedad en general
- Conectar rápidamente a personas con trabajos formales
- Facilitar la formación de competencias basadas en la demanda
- Incrementar la empleabilidad
- Proporcionar soporte adecuado durante las transiciones
- Disminuir la informalidad
- Promover la inclusión
- Ser la plataforma mejor preparada y más organizada a nivel global para administrar distintos tipos de contratos de trabajo
En algunos países de la región, parte del debate político está cuestionando a organizaciones que generan estas contribuciones, incluso en países como México y Perú se ha llegado a restringir el rol social que cumplen. Lo hacen, reitero y subrayo, en contextos de alta informalidad, brecha importante entre las competencias que demanda el mercado laboral vs. las disponibles en quienes buscan trabajo y en el caso mexicano en el medio de una pandemia.
Las voces que cuestionan las diversas formas de trabajo se aferran al tipo modelo laboral del siglo XX que hoy representa solo el 26% del empleo en el Mundo. El contrato por tiempo indefinido no alcanza para satisfacer las necesidades de trabajadores y empresas del siglo XXI.
Estas empresas esenciales a las que esta visión sesgada del mundo del trabajo mira con recelo, pueden tener un rol aún más trascendente en el contrato social del siglo XXI. Pueden constituirse en los más eficientes career developers para nuestros países; tienen los conocimientos y la experiencia para guiar a los trabajadores en sus carreras laborales ayudando en sus transiciones, ofreciendo un abanico de alternativas funcionales a las diferentes etapas de sus vidas. Sumar career developers será una condición imprescindible para aspirar al desarrollo en una economía basada en el conocimiento.
Esta economía exige esfuerzos compartidos y una articulación público-privada inteligente. Pragmatismo para aplicar fórmulas probadas que funcionan en los mercados laborales más modernos, más dinámicos y más formales del Mundo.
Estas fórmulas, por supuesto, incluyen el control y la fiscalización eficiente por parte del Estado. Nadie que ponga en juego capital, trabajo y enorme esfuerzo quiere competencia desleal ni jugadores que con sus malas prácticas desprestigien un sector que genera triple impacto. Ratificar el convenio 181 de OIT sobre agencias privadas de empleo es una forma de hacerlo, implica control y trabajo conjunto. Implica darle mayor entidad a aquello que es importante y necesario, a aquello de lo que no se puede prescindir.
Quienes crean trabajo formal, ofrecen soluciones flexibles con todos los derechos laborales para los trabajadores y los potencian, formándolos en competencias basadas en la demanda, no pueden ser otra cosa que aliados estratégicos de los gobiernos de turno. Desarrollar una estrategia conjunta entre servicios públicos y privados de empleo para implementar políticas activas es una obligación para quienes gestionan desde el ámbito público las variables vinculadas al empleo. Cuestionarlos, es de un anacronismo y una ignorancia inaceptable en quien ocupa un cargo público. Para servir a la sociedad es necesario tener las competencias pertinentes.
El talento latinoamericano merece poder proyectar su futuro en la región. Los gobiernos deberían ofrecer las alternativas para aprovechar ese talento y no cederlo tan fácilmente a otras regiones que ya no discuten la cuadratura del círculo.
*Sociólogo (USAL)- MBA (UCA)