El peligro no es la humanización de los robots sino la robotización de los humanos. Necesitamos con urgencia trabajar la agenda del siglo XXI. Entramos a la Cuarta Era y está en juego la viabilidad de nuestras sociedades.
Por Martín Padulla para staffingamericalatina
En las últimas semanas los anuncios vinculados con la Inteligencia Artificial se multiplicaron. Inversiones, impactos, transformaciones; la velocidad con la que esta tecnología está modificando la forma en que vivimos, por momentos nos abruma.
Los especialistas están modificando sus percepciones respecto a lo que está sucediendo con la IA. Un 96% de ellos cree que habrá una paridad entre la inteligencia humana y la inteligencia artificial antes de 2040; hace menos de 2 años solo la mitad de los especialistas adhería a este pronóstico.
El anuncio público del primer sistema de inteligencia artificial general (los esquemas actuales son de inteligencia artificial estrecha) está pronosticado para el 17 de agosto de 2031; hace menos de un año y medio se pronosticaba para después de 2050
Ray Kurzweil sostiene que, en 8 años, nanobots revertirán el proceso de envejecimiento y que alcanzaremos la Singularidad en 2045. Hasta ahora, fue certero en el 86% de sus predicciones.
A fines de 2022, Elon Musk presentó a Optimus, un robot humanoide que se mostró algo torpe ante el auditorio. Hace pocos días apareció Optimus nuevamente, esta vez haciendo yoga, con un domino asombroso de su “cuerpo”. ¿Su torpeza inicial fue una estrategia de marketing? ¿Aprendió a esta velocidad?
Mustafa Suleyman cofundó en 2010 DeepMind, una empresa enfocada desde sus orígenes en la inteligencia artificial. En 4 años vendió su compañía a Google. En 2022 fundó Inflection y construyó un equipo integrado por ex DeepMind, Open AI y Meta: recibió USD 1300 millones de parte de inversores top y afirmó que la IA tendrá la libertad, si uno se la otorga, de tomar decisiones.
Suleyman plantea que en el desarrollo de la IA existen tres grandes olas: la primera fue la de la Clasificación, esto es identificar y separar distintos tipos de archivos como imágenes, videos, audio y texto, entre otros. La segunda es la de Generación, la del ChatGPT, esto es, los humanos ingresamos información y el algoritmo nos devuelve información nueva. La tercera será la de la Interacción; para Suleyman la conversación será la interfaz del futuro. Cada uno tendrá su propia inteligencia artificial interactiva, que se encargará de realizar lo que le pidamos. Asistentes superinteligentes con un profundo conocimiento acerca de cada uno de nosotros.
La inteligencia artificial interactiva parece estar en línea con la hipótesis de Byron Reese quien plantea que la Inteligencia Artificial y los robots establecen el ingreso a una Cuarta Era. La primera fue 100 mil años atrás con la aparición del fuego y el lenguaje: la segunda hace 10 mil años con la agricultura y las ciudades y la tercera hace 5 mil años con la rueda, la escritura y los estados- nación. Ni las telecomunicaciones ni Internet, la cuarta era es la IA.
¿Qué implicancias tiene esto para el mundo del trabajo? ¿Qué cambios o adaptaciones debemos asumir ante la primera herramienta en la historia de la humanidad que puede tomar decisiones por sí misma? ¿Nos vamos a formar y vamos a trabajar con el copilotaje de una IA personal? ¿De qué forma? ¿Cómo vamos a evitar que se profundicen las desigualdades?
Lo primero que me gustaría establecer al respecto es que aún tenemos mucho poder en esta dinámica. Teniendo en cuenta la velocidad inédita de los acontecimientos, nadie puede precisar hasta cuándo lo tendremos, por lo que es muy importante utilizarlo rápido y con criterio. En este sentido, suelo decir que me preocupa mucho más la estupidez humana que la inteligencia artificial. Me desvela que los policy makers estén a la altura de las circunstancias y puedan establecer regulaciones que generen un sistema educativo 4.0 y un mercado de trabajo 4.0 atendiendo los dilemas éticos que plantea esta explosión tecnológica. Que sean capaces de profundizar un dialogo social con sesgo humanista. Tenemos la oportunidad histórica de construir sistemas centrados en las personas. Es ahora.
Lo segundo, asociado con el poder, tiene que ver con la regulación de la IA. América Latina tiene una posibilidad única y es la de incluir en esta regulación imprescindible, marcos regulatorios que modernicen el mundo del trabajo y la empleabilidad.
Hoy sabemos que existen competencias perecederas, que necesitamos aprender a desaprender para reaprender a una velocidad inédita, que necesitamos hacerlo durante toda la vida, que el envejecimiento poblacional exige repensar nuestros sistemas de pensiones, que el uso ético de la IA exige un sistema educativo inclusivo y un mercado laboral que contemple diversas formas de trabajo. Todas estas observaciones requieren cambios en los cimientos de los sistemas educativos y laborales actuales.
La flexibilidad que ya está aportando la IA al mercado laboral debe ser acompañada por formas de trabajo que aporten formalidad y dinamismo a mercados laborales que hoy muestran rigidez e informalidad
La IA exige enseñar a pensar, a potenciar las habilidades esencialmente humanas que son las que nos permitirán conservar el control y preservar los valores.
François Chollet, Sofware Engineer y AI Researcher de Google planteó “antes me preocupaba que la gente no supiera de matemáticas; ahora lo que realmente me preocupa es que la gente no sepa de humanidades”
Los países que mejor se adapten a esta metamorfosis serán aquellos que logren desarrollar talento pertinente y establecer reglas que conformen un buen clima de negocios. Esos países harán realidad la inclusión y podrán aspirar al desarrollo sostenible
El desafío es de enorme trascendencia. Las consecuencias de malas decisiones pueden amenazar la viabilidad de nuestras sociedades.
Pensar e implementar rápido. Reflexión y acción. Perspectiva humanista. El verdadero peligro no es la humanización de los robots sino la robotización de los humanos.
Se buscan humanos a la altura de este momento histórico de la Humanidad.
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